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sábado, 12 de diciembre de 2009

DAPHNE

Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir, aunque me habían sobrado los motivos en los últimos meses, pero no hubiera imaginado algo parecido a esta situación incluso de haberlo intentado.
Con la respiración contenida, contemplé fijamente los ojos oscuros del corazón al otro lado de la gran habitación. Éste me devolvió la mirada.
Seguramente, morir en lugar de otra pesona, alguien a quien se ama, era una buena forma de acabar. Incluso noble..

..Cuándo la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus espectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión.
El cazador sonrió de forma amistosa cuando avanzó con aire despreocupado para matarme.


-twilight




¿Sabéis que también se empezó a hacer un quinto libro?
Sí, este libro habla del principio de la historia de Edward y Bella
pero desde el punto de vista de él y empieza así :

Éste era el momento del día en el que más deseaba ser capaz

de dormir.

El instituto.

¿O sería más apropiado emplear el término «purgatorio»? Si

existía algún modo de purgar mis pecados, esto tenía que

contar de alguna manera. El tedio era a lo que menos me había

conseguido acostumbrar y, aunque parezca imposible, cada

día me resultaba más monótono que el anterior.

Supongo que ésta era mi manera de dormir, si el sueño se

define como un estado inerte entre periodos activos.

Me quedé mirando fijamente las grietas del enlucido de la

esquina más lejana de la cafetería, imaginando dibujos en

ellas. Era una manera de sofocar las voces que parloteaban

dentro de mi mente como el gorgoteo de un río.

Ignoré el centenar de voces por puro aburrimiento. Cuando

a alguien se le ocurre algo, seguro que ya lo he oído con anterioridad

más de una vez. Hoy, todos los pensamientos se concentraban

en el trivial acontecimiento de una nueva incorporación

al pequeño grupo de alumnos. No se necesitaba

mucho para provocar su entusiasmo. Había visto pasar repetido

el nuevo rostro de un pensamiento a otro, desde todos los

ángulos posibles. Sólo era otra chica humana. La excitación

que había causado su aparición resultaba predecible hasta el

aburrimiento, era como mostrar un objeto brillante a un niño.

La mitad del rebaño de ovejunos varones se imaginaba ya

enamorándose de ella, sólo porque era algo nuevo que mirar.

Puse más empeño en no prestar atención.

Sólo hay cuatro voces que bloqueo por una cuestión de cortesía:

las de mi familia, mis dos hermanos y mis dos hermanas,

quienes están tan acostumbrados a la ausencia de intimidad

en mi presencia que rara vez se dan cuenta. A pesar de

ello, les concedo toda la privacidad posible. Procuro no escucharlos

si puedo evitarlo.

Lo intento con todas mis fuerzas, claro, pero aún así... me

entero de cosas.

Rosalie pensaba en ella misma, como de costumbre. Había

captado su reflejo en las gafas de sol de alguien y se regodeaba

en su propia perfección. La mente de Rosalie era un charco

poco profundo de escasas sorpresas.

Emmett estaba que echaba chispas después de haber perdido

un combate de lucha libre con Jasper la noche anterior.

Necesitaría de toda su escasa paciencia para llegar al final de

las clases y organizar la revancha. Nunca he sentido que me

entrometía en sus pensamientos porque nunca ha pensado

nada que no pudiera decir en voz alta o poner en práctica. Sólo

me siento culpable al leer la mente de los demás cuando

me consta que les gustaría que ignorase ciertas cosas. Pero si

la mente de Rosalie es un charco poco profundo, la de Emmett

es un lago sin sombras, tan transparente como el cristal.

Y Jasper estaba... sufriendo. Reprimí un suspiro.

Edward. Alice me llamó por mi nombre, pero sólo sonó en

mi cabeza y le dediqué de inmediato toda la atención.

Era lo mismo que si la hubiera oído lhablarme en voz alta.

Me alegraba que en los últimos tiempos hubiese pasado de

moda el nombre que me habían puesto. Menos mal, ya que

hubiera resultado un fastidio volver la cabeza automáticamente

cada vez que alguien pensara en algún Edward…

En ese momento no me volví. A Alice y a mí se nos daban

muy bien esas conversaciones privadas, y era raro que nos pillaran

durante las mismas. Mantuve la mirada fija en las líneas

que se formaban en el enlucido.

¿Cómo lo lleva?, me preguntó.

Torcí el gesto, pero sólo pareció que había cambiado ligeramente

la posición de la boca, nada que pudiera alertar a los

otros. Era fácil que pensaran que lo hacía por aburrimiento.

El tono de la mente de Alice ahora parecía alarmado y leí que

vigilaba a Jasper con su visión periférica. ¿Hay algún peligro?

Ladeé la cabeza hacia la izquierda muy despacio, como si

contemplara los ladrillos de la pared, suspiré, y luego me volví

hacia la derecha, de nuevo hacia las grietas del techo. Sólo

Alice se dio cuenta de que estaba negando con la cabeza.

Ella se relajó. Avísame si la cosa se pone fea.

Moví sólo los ojos, primero arriba, hacia el techo, y luego

abajo.

Gracias por ayudarme con esto.

Me alegré de no tener que contestarle en voz alta. ¿Qué le

podría haber dicho? ¿«Encantado»? En realidad no era así. No

disfrutaba asistiendo al debate interior de Jasper ¿Era necesario

pasar por todo esto? ¿No era un camino más seguro admitir

simplemente que él nunca sería capaz de controlar su problema

con la sed como los demás, en lugar de tentar continuamente

sus límites? ¿Por qué coquetear con el desastre?

Habían pasado ya dos semanas desde nuestra última expedición

de caza. No era un periodo de tiempo excesivamente insoportable

para el resto de nosotros. Algo incómodo a veces, si

un humano caminaba muy cerca de nosotros o si el viento soplaba

del lado equivocado. Pero los humanos rara vez se aproximan

a nosotros. El instinto les dice lo que sus mentes conscientes

difícilmente comprenderían: que somos peligrosos.

Y en ese preciso momento Jasper lo era en grado sumo.

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