
Cuando se despertó,
no recordaba nada
de la noche anterior,
“demasiadas cervezas”,dijo,
al ver mi cabeza,
al lado de la suya, e
n la almohada…
y la besé otra vez
,pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.
El día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón
,desnudos, pero extraños
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
“llámame un día”.
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó
,un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.
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